Esta breve novela es tan sencilla que inicia hablando de su propia
modestia, como si hubiera que justificarla. Lo que ella cuenta, nos dice
el narrador-protagonista, no es una de esas historias superimportantes
que cambian la vida de las masas. Pero, nos aclara, gracias a las
experiencias aquí narradas logró comprender algunas de las cuestiones
más importantes de su propia vida. La verdad, a Pequeña ala del autor uruguayo Roy Berocay no le hace falta nada más para imponerse al lector como una lectura emocionante y significativa.
Publicado por primera vez en Montevideo, en 1998, el libro abarca una
etapa crucial para Sebastián, quien nos relata, entre otras cosas, el
descubrimiento de su vocación y las delicias y sinsabores de su primer
amor. La pasión de Sebastián es la música, por lo que busca conformar
una banda en la que él se encargaría de tocar la guitarra. En el proceso
de reclutamiento de los integrantes, el joven conoce a una chica
llamada Eliana que, además de entrar a la banda como baterista, le pone
el mundo de cabeza al convertirse en su novia.
Pequeña ala relata, además de la relación primeriza entre
Sebastián y Eliana, las dificultades del grupo para conformarse como
tal, la excitación de los primeros conciertos, el descubrimiento del
mundo adulto, que puede ser cruel e injusto, así como la decisión del
protagonista de dedicarse de lleno a la música u optar por otro camino.
La desmesura e inocencia de los sueños juveniles es la materia prima
de este libro. Si bien es cierto que el mundo no está, por desgracia, a
la altura de nuestros deseos, ¿esto quiere decir que debamos renunciar a
ellos, o, por el contrario, emular al Quijote y darle al mundo lo que
no tiene, lo que no se atreve a inventar por creerlo imposible?
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